viernes, noviembre 24, 2006
jueves, junio 22, 2006
acurrucada y tierna sobre mí
desvaneciendote en mis brazos
Que, no ves?
que si te llamo es porque te extrañé
si me desmayo cuando respondés
no es nada grave y es humano.
cae la noche y estoy solo, otra vez
lanzo miradas al espejo y no me ves
escribo frases en un trozo de papel
quiero olvidarte y al contrario tu recuerdo se hace carne en mi
no cierres el telón
no cortes la funciónno vas a acobardarte ahora que viene la acción
mi parlamento es :
probemos otra vez
yo sigo extrañandote
creo que
perdí mi orgullo cuando perdone
abrí mis alas y te cobijé
cuando podría haber volado
nunca nadie me habia tratado como tu
presumo que hasta has afectado mi salud
veo que, no fue suficiente perdonar
sigues mostrandote distante
que demonios pretendes de mi
no cierres el telón
no cortes la función
no vas a despertarme de mi sueño mejor
mi parlamento es, probemos otra vez
acercate.. . pierde el temor
no cierres el telón
no cortes la función
no apagues esta llama que el amor inflamó
mi parlamento es, probemos otra vez
yo sigo extrañandote...
martes, junio 20, 2006
Diferencia de espiritu
El pasado 2 de febrero, los "Girondins" de Burdeos recibían el "Olympique" de Marsella, entonces líder de la liga francesa de fútbol. Si no hubiera sido por aquel acontecimiento que se iba a jugar en un estadio lleno a rebosar y retransmitido por Canal Plus, la tarde en Burdeos habría transcurrido con la calma y el sopor que el invierno reserva a las ciudades francesas. Tres horas antes del saque inicial de dicho encuentro supuestamente deportivo, cerca de los pocos bares que no habían bajado la persiana por miedo a las hordas bárbaras, furgones blindados azules, pelotones de CRS (antidisturbios) y de gendarmes daban al barrio un sabor a Santiago de Chile, Palacio de
Una semana antes, en el Parque de los Príncipes donde el
Estas medidas coercitivas dispendiosas, susceptibles de
Pero son la consecuencia de una dramática deriva. Los abogados y los turiferarios de la pelota redonda pretenden que estos desbordamientos sobrepasan el marco del fútbol y pertenecen a un "fenómeno de sociedad". Si les escuchamos, si les leemos, es el aire de la época, la evolución de las sociedades modernas y de las mentalidades, el nuevo orden de un mundo con rumbo hacia desconocidos horizontes. En resumen: ¡ No toquéis a nuestro deporte!, que la culpa la tienen los tiempos que corren...
Alegrémonos pues que aquellos tiempos se hayan
En los albores del tercer milenio, no más brillantes que el crepúsculo del anterior, saber que todavía existe la libertad y el inmenso placer de vibrar con los juegos de pelota, de vivirlos a orilla de la misma pradera y no detrás de unos alambres dignos de un campo de concentración, o sea a contratiempo y contracorriente, eso pues no es la peor noticia para el hombre. Y nos viene de Ovalía.
Referirse a las últimas décadas del entonces Torneo del 6 Naciones es suficiente para admitir que no se trata de palabras vacías. Cualquier francés que en una tarde fría ha tenido la suerte de compartir con irlandeses, escoceses, galeses... y también ingleses los últimos minutos que preceden la llegada al Parc des Princes, al Stade de France, a Lansdowne Road, a Murrayfield, a Twickenham, no podrá
A pesar de los cambios inherentes al desarrollo del
El Irlandés del Conemara y el “vasco” de Bayonne
gallo en el pecho, felices por encontrarse de nuevo para otro desafío, prometiéndose hell o infierno entre
En el recinto a menudo no se separan, siguiendo una charla en un sincretismo idiomático surrealista, apoyados en la barra cerca de la tribuna antes de lanzarse el "good luck, good game". Cada uno paga su ronda, quizás se pierdan el saque inicial. Pero ¿qué importa? Lo verdaderamente esencial es estar aquí, codo a codo, para disfrutar del placer del juego.
Dentro de un par de horas, sea cual sea el fin del combate, que se vayan los "verdes" con "30 puntos en el maletero" o que hayan maltratado al orgulloso gallo, se abrazarán, se darán respectivamente la enhorabuena, se reconfortarán volviendo sin prisa al hotel donde se encontraron. Allí, amarrados (de nuevo...) a la barra, aquel elemento ergonómico que parece ser la prolongación anatómica natural de cualquier codo de un amante del oval, agotando nuevas ráfagas "of Guiness", volverán a celebrar las bodas del rugby.
Lo que es verdad en París, lo es más aún en Dublín,
se limita a los 30 actores, 31 si el "referee" tiene el mal
De una "legibilidad" inmediata para cualquier inepto que haya pegado patadas de pequeño a una lata de sardina, el fútbol es de entrada asequible a la gran mayoría. El placer brota instantáneamente. No hace falta descodificar un interminable pergamino para entender que el objetivo final de todas las maniobras es de mandar con el pie o la cabeza la pelotita en la jaula guardada por un cancerbero con guantes, único ser vivo en la cancha con el poder de utilizar sus manos para otra cosa que arreglarse las medias, proteger sus huevos cuando pega Roberto Carlos, quitarse la camiseta para enseñar un "te quiero mamá" al mundo entero petrificado frente a tal sensibilidad y amor materno o significar al arbitro su alta estima gracias a una gestual que los publicistas de la casa "DONUTS" supieron utilizar con fines comerciales y propagandísticas.
Inútil someter a tortura el cerebro para integrar que la virtuosidad individual y el bonito movimiento colectivo ofrecen las llaves del éxito. En un "pís pás" y algunos pasos de baile, el fútbol da al neófito la impresión de "comprender" el fondo y la forma, otorgándole así el derecho de fundirse en el rebaño vociferante de borregos con bufandas, los inefables "estrategas de
¿Cuántos entrenadores de alto nivel desperdiciados andan por los bares cada lunes por la mañana a la hora del almuerzo? ¿Cuántos clarividentes estrategas de planetaria estatura olvidados por la historia...? ¿Cómo no relacionar la miserable y ruin actitud de las gradas con el patético y casi siempre lamentable comportamiento de los jugadores dentro del campo? ¿Qué esperar de los espectadores cuando los actores del espectáculo contestan sistemáticamente cada decisión del árbitro en lugar de respetarlas?... Y eso en los mejores de los casos. Pocos partidos sin insulto al director del juego, sin intento de intimidación, sin amenazas verbales o físicas en la más perfecta y total impunidad, el árbitro siendo presa de las "estrellas", de
"¡No toquéis a nuestro deporte!" Pues sí lo toco como
Deporte de combate y de contacto, de cuerpo a cuerpo, de choque de delanteras y de pulsos continuos pero también de esquivas y amagos, de quiebros y pases cruzados, de "blind side" y carreras por el otro lado, abierto a vientos y tormentas, el rugby debe tanto a una secreta alquimia de delanteros, aquellos guardianes de las oscuras profundidades donde el balón se fragua, que a las aventuras en alta mar y al fulgor de los corsarios de la línea. Cuando el enfrentamiento de fuerzas y las fases estáticas revisten un valor igual al de las escapadas de los velocistas, al de las proezas técnicas de los estrategas y de la diabólica precisión de los pateadores, cuando, además, la progresión hacia el campo contrario obliga a transmitir la pelota a un compañero situado detrás, por lo cual a recular para avanzar, cuando los fallos leves y aparentemente anodinos ordenan magmas de colosos bautizados "melés" y las salidas del terreno alineamientos paralelos de gigantes, es otra música a la cual sólo son sensibles los iniciados.
Un esfuerzo es necesario para penetrar las arcanas
En los tiempos que corren los hombres viven en
En el corazón de la aventura o a orilla de la tierra de ensayo, el pase es esencial. Dar y recibir, transmitir para progresar, se inscriben en la continuidad de un mismo movimiento, de un gesto cien veces, mil veces repetido durante los entrenamientos,... o por lo menos así debería de ser...Desde los primeros pasos en la escuela de rugby hasta la conquista última de un Mundial, no existe posible salvación fuera de la ofrenda. En un campo de rugby más que en cualquier otro lugar la tentación de brillar a coste de los compañeros debe de ser proscrita. El exceso de confianza en sí mismo y el pecado de orgullo se pagan al contado, con el precio de un cuerpo machacado y de una dolorosa lección de humildad. Al contrario del fútbol, del balonmano o del baloncesto, donde un Zidane o un Ronaldo, un Jackson Richardson o un Michael Jordan (tiene 40 años ¿y qué?) pueden acaparar las miradas y hacer bascular un encuentro gracias a una proeza individual, un partido de rugby pocas veces se gana gracias a una fantasía solitaria.
El éxito, al igual que la sensación de una prestación cabada, pasa obligatoriamente por la voluntad y aptitudes de cada uno de los actores para fundirse en la empresa colectiva. No es sorprendente de ver que un principiante es egocéntrico, luego egoísta y que un joven jugador lleno de energía y alegría también lo es. El colectivo se descubre cuando las fuerzas tienden a flaquear, cuando los medios físicos abandonan a uno.
Entonces se descubre el rugby completo cuando el jugador egoísta se convierte en un ser altruista. En eso quizás reside la belleza del juego: obligar al hombre a encontrarse. Defender así uno de los principios fundamentales de nuestro deporte puede ser tachado fácilmente de obsoleto romanticismo. Los tremendos cambios de estos últimos años, la emergencia de los patrocinadores y del profesionalismo han modificado paisajes y comportamientos. En y alrededor del campo. El rugby ha sabido no obstante adoptar nuevos modos de expresión para adaptarse a los ritmos de un universo presa de un movimiento perpetuo de sorprendentes metamórfosis.
Tampoco es casualidad que los jugadores de rugby sigan encontrándose años después de haber colgado las botas para vivir una y otra vez partidos de ensueño, viejas y tremendas batallas, ganadas o perdidas, regadas de sangre, sudor y cerveza. Esos hombres son los medios más seguros para que perdure una herencia que demuestra, a través de generaciones que se siguen, que lo mejor de este deporte nunca dejará de ser: EL DON DE